viernes, 17 de junio de 2011

UTILIDAD DE LA MUSICOTERAPIA

La noción de musicoterapia ha sido aceptada dentro del vocabulario médico en tiempos relativamente recientes. Sin embargo, los efectos benéficos que puede ejercer la música sobre la salud humana son conocidos desde hace siglos. En las principales ciudades del mundo actual ya existen centros de musicoterapia que brindan atención especializada a enfermos físicos y mentales, teniendo como fundamento el poder efectivo e inductivo de la música cuando se emplea con fines terapéuticos.

Tratamientos de este tipo se han aplicado con éxito tanto en pacientes psicóticos cuanto en neuróticos, angustiados, estresados o agotados por exceso de trabajo o tensiones. También se han obtenido resultados alentadores en niños tímidos, introvertidos en exceso, inestables o disminuidos físicamente. Es que no puede negarse que la música, esa expresión artística que conjuga sensibilidad con inspiración e imaginación, es una fuerza muy poderosa que puede llegar a incidir -y de hecho llega e incide- en la dinámica de los procesos psíquicos más profundos.

La música está presente en toda la vida de las personas y, desde aquellas amorosas canciones de cuna hasta las marchas fúnebres, puede decirse que acompaña al hombre en todos sus momentos, desde los más sagrados hasta los más profanos y tampoco falta en la mayoría de los actos rituales, los cuales pareciera que, sin música, no son lo que debieran ser.

Obviamente que, partiendo del punto de vista de la salud humana, la música ejerce un predominio que depende de muchos factores, empezando por su calidad y siguiendo por el modo de emplearla. Cabe también aclarar, de entrada, que ciertos ritmos como el rock u otros de tipo afro-cubano, en vez de provocar o conducir hacia la distensión y el relajamiento emocional y mental, estimulan inversamente a la psiquis dando impulso a los instintos reprimidos por la conciencia y fomentan ciertos comportamientos agresivos.

La influencia positiva y terapéutica de la música es una complicada cuestión, condicionada por la estructura y las funciones del sistema nervioso central y el sistema neurovegetativo, las glándulas de secreción interna y los propios órganos internos del cuerpo humano. Todo ello se conjuga, en una compleja construcción, con la obra musical, con su melodía, su armonía, su ritmo, el timbre y la disposición psíquica particular del paciente. La música, según esas características señaladas, puede poner en movimiento o bloquear la sensibilidad emocional del sujeto, su memoria, su imaginación, sus representaciones mentales y hasta sus contenidos ideicos. El terapeuta que utiliza la música como método de tratamiento debe saber con exactitud cuándo y cómo debe reforzar o debilitar, según sea necesario, esas cualidades inherentes al ser.

La musicoterapia constituye un método para liberar a las personas de situaciones de angustia, tristeza, duda, a través de la inducción de ciertos estados emocionales que influyen correctivamente sobre el ánimo deteriorado. Se ha demostrado científicamente que la música puede ejercer acciones sobre diversos órganos y sistemas, como el ritmo cardíaco, la tensión arterial, la secreción de los jugos gástricos e intestinales, la tonicidad muscular, el funcionamiento de las glándulas sudoríparas, el equilibrio térmico de la piel, etcétera.

Las experiencias obtenidas demuestran que la musicoterapia es útil en situaciones que afectan profundamente al enfermo, produciendo en él sentimientos de angustia por el destino de su vida, temores y fobias a ciertas situaciones inconscientemente traumáticas, miedo a la impotencia, la invalidez o la soledad. Los sitios de aplicación de la musicoterapia deben ser los mismos en que comienza y transcurre el proceso de enfermedad y curación del hombre tratado.

En todos los individuos del género humano, aún en ciertos discapacitados profundos, existen fuerzas creadoras y de imaginación que habitualmente no son utilizadas. La música y el color influyen poderosamente para el desarrollo de estas fuerzas. En el trascendental reino de la imaginación, los niños siempre encuentran soluciones creadoras. En cambio los adultos, con una mente mucho más mecanizada, encuentran dificultades para transitar ese gigantesco sendero que lleva hacia el centro de las facultades de crear, el hemisferio derecho del cerebro humano.

Los niños, en sus primeros años de vida, se conectan con toda facilidad con sus áreas cerebrales creativas pero, apenas comienzan sus estudios sistemáticos, es decir la escuela primaria, dejan o son obligados a abandonar eso que se llama pensamiento mágico para introducirse en el mundo de la lógica, las reglamentaciones, las obligaciones y el miedo. Un miedo, en especial hacia los adultos, representado por sus padres y sus educadores, que hace que esa imaginación que se mostraba brillante termine perdida en el fondo del subconsciente, por lo general cargada de culpas y de más miedos.

La música y el color son los dos grandes ayudantes para romper ese círculo del miedo inconsciente a la falta y de ahí a la culpa. Con la música y el color se puede crear el sueño o ensueño a voluntad, que es un mecanismo muy importante para conectarnos con nosotros mismos, o con esa parte de nuestro ser que hemos escondido en un freezer por temores que provienen de la realidad.

En las antiguas culturas se observaban conexiones entre música, canción y curaciones, a veces en medio de ritos cargados de contenidos simbólicos. Egipcios, griegos y persas, entre otros, aluden en sus leyendas a curaciones que hoy podrían calificarse de milagrosas, provocadas por medio de la música. Se dice, por ejemplo, que Herófilo, médico del famoso conquistador Alejandro Magno, regulaba la tensión arterial de acuerdo a una escala musical propia que él confeccionaba en consonancia con la edad del paciente. Demócrito, por su parte, afirmaba que las picaduras de serpientes muy venenosas podían curarse con música de flauta tocada en forma hábil y melodiosa.

De todo esto se desprende que, la musicoterapia tal como hoy es entendida y practicada, no es tan moderna que digamos, pese a lo cual su trascendencia sigue siendo relativamente limitada. Ultimamente, se ha hablado mucho de las alteraciones en los estados de conciencia que se pueden provocar a partir de cambios en la frecuencia respiratoria. Pero se ha descubierto también que la música y ciertos sonidos poseen capacidad propia para provocar modificaciones en los ritmos de las ondas cerebrales. Ciertas pautas sónicas pueden generar per se ondas cerebrales alfa. Cuando uno escucha una melodía, o una sinfonía, el cuerpo también está presente en ese proceso y tiende a seguir el ritmo. No hace falta una concentración profunda en lo que está ocurriendo, sino que debe dejarse que se produzca como una sintonía automática y sincrónica con la música.

De esa manera, el efecto de la música se irá convirtiendo en una especie de masaje sónico que ayudará a eliminar las tensiones provocadas por una vida cotidiana cargada de estrés y ansiedad.